Allocutio de febrero 2014 - Padre Bede McGregor
La Legión y los Grandes Problemas y Males de Hoy
Recientemente celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Los eventos y el mensaje de Lourdes corresponden a la categoría de revelación privada y toman su completo valor e influencia del hecho de que son una suave pero sublime proclamación del mensaje del Evangelio y llevan a millones de personas al contacto con la Persona de Jesucristo. Si una revelación privada no está arraigada en el Evangelio, si no ilumina alguna verdad del Evangelio, es mejor ignorarla, y puede ser una grave distracción en la vida espiritual. En Lourdes, María revela y nos recuerda la misión central de la Iglesia: la salvación de las almas. Esa es también la razón última de la existencia de la Legión de María. Tenemos que seguir haciéndonos a nosotros mismos la pregunta desafiante: ¿estamos realmente preocupados por el lugar donde pasará la gente su eternidad, especialmente aquellos que parecen estar en mayor peligro? ¿Cuál es la evidencia de nuestro compromiso en la salvación de las almas –en la práctica, más que en las aspiraciones? Permítanme citar un pasaje de la Escritura de los muchos posibles textos para recordarnos el retrato evangélico de Jesús, y la identidad esencial de su misión: “Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos:
„¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?‟. Jesús, que había oído, respondió: „No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores‟” (Mt. 9, 10-13).
Esa imagen y esas palabras de Jesús están incorporadas en el corazón de la Iglesia desde sus mismos inicios. También fueron marcadas a fuego en el alma de Frank Duff y de la Legión de María. Es en este contexto que quiero sugerir algunas orientaciones preliminares sobre cómo la Legión debe involucrarse en los grandes problemas y males de hoy. De vez en cuando algunos legionarios me preguntan por qué la Legión no es más activa y alza su voz en las grandes cuestiones de hoy. Por ejemplo, por qué la Legión no se involucra más en el movimiento pro-vida, por qué no entra en el debate público sobre los “matrimonios” del mismo género, o por qué no se opone públicamente a la eutanasia de niños y ancianos enfermos, por qué no se une a la lucha contra la legislación que no sólo ataca a la Iglesia sino que también socava el bien común y la cultura. La lista de tales preguntas sigue y sigue. Antes que nada, el legionario debe estar tan bien informado como sea posible de todos estos temas importantes, mediante el estudio del Catecismo de la Iglesia o del Compendio y las orientaciones provistas por tantos documentos del Magisterio. Deberíamos también estar preparados para compartir la enseñanza de la Iglesia con los otros, cuando ellos nos preguntan y siempre que surja la oportunidad. Por supuesto, la Legión comprende que el pecado es el mayor mal en el mundo y no minimiza la enormidad de este mal. Pero también está comprometida a amar, y a servir humildemente al pecador en cada forma que le sea posible. La Legión busca ser un instrumento de gracia y no simplemente un vehículo de condenación y confrontación.
Nuestra Señora pidió a Bernardette que rezara por los pecadores, y pidió a los niños de Fátima que hagan lo mismo. Y Ella nos pide también a nosotros rezar por los pecadores. La oración no es una forma de escaparse de la rutina, el trabajo y a veces el agotamiento del trabajo apostólico, sino más bien un involucrarse en el más profundo nivel de cooperación con el amor redentor de Dios y la misión de la Iglesia. Al contemplar a Nuestro Señor en la Cruz, vemos la suprema manifestación de la sed inagotable de pecadores que tiene Dios. Su amor misericordioso por los pecadores no tiene límites en absoluto. Y María es la Madre del corazón de Dios que tanta sed tiene de pecadores. Por supuesto, hay una enorme diferencia entre la sed de Dios por las almas y la de María. La sed de Dios es infinita y la de Ella sólo puede bordear lo infinito. Pero su sed por la salvación de los pecadores define su inmaculado y maternal Corazón. El propósito de la Legión y de cada miembro es aplacar la sed de pecadores de Dios y de su Madre. Pedimos el don de compartir la sed de pecadores de María.
Frank Duff, nuestro Fundador estuvo de modo increíble al corriente de los grandes problemas y males que enfrentaba la Iglesia. Pero como ya he dicho, grabada a fuego en su alma había una gran sed por la conversión de los pecadores. Para ponerlo en otras palabras, él amó y reverenció a la gente tanto que quería que cada uno que conocía o podía alcanzar, entrara al Cielo. Él fundó la Legión por este mismo propósito. Pero lo que yo quería enfatizar hoy son los métodos que él usaba para alcanzar esta meta. ¿Cómo hizo para involucrarse en las crisis y problemas de su tiempo?
Permítanme citar uno de los muchos pasajes apropiados del Manual que responden a esta pregunta: “La Legión debe guardarse del peligro de caer en manos de reformadores sociales de entusiasmos desmesurados. El trabajo de la Legión es esencialmente callado: comienza en el corazón de cada legionario, para desarrollar en él un espíritu de celo y caridad; y luego, por medio del contacto personal - establecido directamente, uno a uno, y con perseverancia-, los legionarios cifran todo su empeño en elevar el nivel espiritual de la sociedad entera. Pero esto se hace sin ruido, sin llamar la atención, suavemente: no se dirige tanto a la supresión directa de grandes males cuanto a saturar el ambiente de principios y sentimientos cristianos, para que así, sanadas las causas, disminuyan y desaparezcan los males de por sí. La Legión cree que el verdadero triunfo consistirá en el desarrollo continuo -aunque a veces sea lento- de la vida y de los principios netamente católicos entre el pueblo.
Importa guardar celosamente el carácter íntimo que distingue a la visita legionaria; se desvirtuará ese carácter si los socios adquieren fama de fiscales, que van a descubrir y denunciar los abusos. Si fuera así, sus visitas a domicilio -como todos sus pasos en general- inspirarían suspicacia, y, en vez de ser mirados como amigos dignos de la mayor confianza, esos legionarios pasarían a los ojos de muchos como una especie de agentes de policía secreta, al servicio de una organización; con el resultado seguro de que su presencia seria mal vista, y eso pondría fin a la utilidad de sus servicios.
Por eso, los encargados de dirigir las actividades de la Legión tendrán buen cuidado de no asociar el nombre de la misma Legión con otros fines que, por muy excelentes que sean en sí, funcionan con métodos ajenos a los de la Legión de María. Hay ya organizaciones para combatir los mayores abusos, sírvanse de ellas los legionarios cuando fuere menester, y préstenles su apoyo como individuos particulares. Pero dejen a la Legión continuar fiel a su propia tradición y a sus propios métodos de trabajo”.
Me doy cuenta de que puede haber otros modos válidos y efectivos de confrontación y participación en los grandes problemas de este tiempo y que puede haber a veces una comprensible tentación de parte de algunos miembros de que la Legión adopte estos métodos, pero estoy convencido de que hacerlo socavaría gradualmente todo el espíritu y carisma de la Legión, cuyos valor y sabiduría han sido tan
excepcionalmente probados a través de tantos años de experiencia.