allocutio de abril 2014

VIERNES SANTO

Nuestra reunión de hoy tiene lugar en el Domingo de Ramos. Es el primer día de la Semana Santa, la semana más trascendental del Año Litúrgico de la Iglesia. De hecho, la semana más trascendental en la vida del mismo Cristo, especialmente los últimos tres días, Jueves, Viernes y Sábado Santo, culminando en la Vigilia Pascual y el gozo de Cristo Resucitado. Es la semana que configuró la Iglesia desde sus mismos comienzos y que continúa configurando el propio corazón y alma de la Iglesia de hoy. Transforma el centro más profundo de cada cristiano y es, por supuesto, de la mayor importancia para cada legionario. Hoy deseo reflexionar sobre el Viernes Santo y su lugar en nuestras vidas.

El desafío más grande en la vida de cada uno de nosotros es nuestra amistad con Cristo. El jueves Santo en su última conversación íntima con sus discípulos, Él dice: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos… Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn. 15, 13-15). Ahora bien, crecemos en la amistad con Jesús al encontrarlo con frecuencia en los sacramentos y al contemplarlo en sus palabras, obras y sufrimientos, especialmente como los registra la Sagrada Escritura. Y por sobre todo, llegamos a conocer a Cristo en su muerte en la Cruz.

Recordamos la convicción absoluta de San Pablo: “Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”. (Gal 2, 20) o ” Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo”. (Gálatas 6, 14). La centralidad de la Cruz en la enseñanza de San Pablo refleja simplemente la profunda convicción de la comunidad cristiana desde los mismos inicios. El acontecimiento del Viernes Santo ha cambiado totalmente el significado entero de la existencia humana y de la historia. La muerte y resurrección de Cristo nos proporcionan la certeza absoluta de la esperanza cristiana. Nuestras propias vidas no tienen ya significado excepto por la señal de la Cruz.

Pero no todos ven el Viernes Santo como lo ve el auténtico cristiano. San Pablo nos dice: “Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1 Cor 1, 22-23) y en la actualidad el mundo islámico ve el relato de la Pasión, de la muerte de Cristo, como blasfemo y un escandaloso. Asimismo, la inmensa mayoría de la población mundial no ha oído hablar todavía apropiadamente de la Buena Nueva del Viernes Santo.

Estamos llamados a ser especialistas en la revelación fundamental del Viernes Santo y Domingo de Pascua. Tenemos el privilegio de ver el corazón de Dios más allá de la absoluta brutalidad de la Crucifixión, más allá del aparente abandono total de Cristo y de lo que podría parecer ser el fracaso rotundo de su misión. La Cruz proclama que Dios nos ama infinitamente, personal y apasionadamente cuando todavía somos pecadores. Este es el significado radical, el mensaje del Viernes Santo. San Agustín lo expone bien: “No son los clavos los que mantienen a Cristo clavado en la Cruz, sino su amor por cada uno de nosotros”. No puede haber mejor noticia que la de que estamos llamados a proclamar esta verdad al mundo entero. El alma de nuestro apostolado legionario –de hecho el de cada apostolado en la Iglesia- es el amor de Dios revelado en la pasión y muerte de Jesucristo.

Los legionarios miramos instintivamente a María como nuestra guía y compañera durante la Semana Santa. Nadie sabe y entiende más sobre la Cruz de Jesús, que María. Ella nos enseñará mejor que cualquiera la sabiduría y el Evangelio de la Cruz. Siendo una madre muy joven se le dijo que una espada atravesaría su corazón. En Caná se le dijo que “la Hora” de Jesús aún no había llegado. Finalmente, Juan plantea sucintamente: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su Madre”. Por esa sola frase, Juan merece ser patrono de la Legión, porque ese versículo consagra el papel de María en nuestra redención. No podemos dejarla fuera del Viernes Santo.

Podría decirse que Nuestro Señor tuvo tres pensamientos en su mente mientras estaba muriendo. Era el Hijo de Dios, por lo que nunca dejó de pensar en el Padre. Era el Hijo de María, por lo que nunca dejó de pensar en su Madre. Era el Salvador y Redentor del mundo, por lo que nunca dejó de pensar en nosotros, pobres pecadores. ¿No podríamos tener también nosotros estos tres pensamientos en nuestras mentes a lo largo del Viernes Santo, imitando al mismo Cristo?

Por último, el Viernes Santo nos recuerda el extraordinario valor del sufrimiento en nuestras vidas; nos enseña que nuestro sufrimiento puede ser co-redentor; es uno de los apostolados más privilegiados en el mundo. Permítanme también citar el Manual: “Para eso, el legionario les educará en el apostolado del sufrimiento, y les enseñará a interesarse por las realidades del mundo espiritual, ofreciendo todo el valor de sus sufrimientos por el remedio de las innumerables necesidades de este mundo, llevando a cabo de esta manera una campaña irresistible: irresistible porque combina la oración con la penitencia”. El apostolado del sufrimiento fue el sublime apostolado de Cristo en la Cruz; da vida a todo el mundo y nos comunica a todos gracia ilimitada y esperanza.

Permítanme resumir lo que he estado tratando de decir en esta alocución con las palabras de San Pablo a los Corintios: “Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. (1 Cor 2, 1-5).

Una Semana Santa llena de gracias y una Feliz Pascua para todos ustedes.